El hombre y la monogamia: ¿Un contrato social pasado de moda?

Hace unas semanas, Scarlett Johansson sorprendió al declarar que el concepto de monogamia no le parecía natural. Esto, porque según la actriz, que anunciaba su segundo divorcio, la mayoría de las parejas del planeta debe poner mucho de su parte para seguir adelante con una vida sexual monógama. Además, está el hecho que un gran porcentaje de las relaciones de pareja terminan a consecuencia de la infidelidad de uno de sus miembros.
La literatura científica señala que el hombre prehistórico mantenía una vida sexual mucho más “movida” y diversa que los humanos contemporáneos. Nuestros ancestros eran más promiscuos, hipersexuales y totalmente despreocupados sobre el sexo. Además del desarrollo tecnológico, la evolución ha introducido características que el hombre adquirió a través del “moldeamiento social” en relación a nuestro instinto reproductivo, lo que dista mucho del comportamiento de otras especies.
Lo anterior nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué tantas culturas distintas en este mundo celebran la monogamia? ¿Hemos sido sometidos a un severo cambio de paradigma psicológico en la evolución de nuestra especie? ¿O solo nos estamos engañando a nosotros mismos? ¿Es la monogamia, como estado natural del hombre, una “mentira noble” una falsedad insertada en nuestros cerebros con la finalidad de ayudarnos?
El autor Desmond Morris nos ofrece una respuesta en su libro The Naked Ape, al sustentar la teoría que los humanos anhelamos mantener una relación con un compañero de por vida, pero, aún así, hace hincapié en nuestra peculiar e hipersexual biología. Morris va más allá, y sugiere que el “cambio de chip” que hicimos hacia la monogamia fue hecho a partir de un constructo social que para nada responde a nuestra biología o psicología humana, al hacer una comparativa con nuestros ancestros que se convirtieron en cazadores para asegurar la cooperación de todos los hombres de una manada, mientras se les respaldaba con el derecho a la reproducción.
Según el autor: “Se esperaba que todos los hombres cooperaran en la cacería y, aquellos que eran más débiles que el resto, debían tener asegurado el derecho a la reproducción. Las mujeres, por su parte, también debían cooperar con esta nueva estructura, convirtiendo así la actividad sexual en una más democrática y menos tiránica. A partir de entonces se daba inicio a la extinción de la lucha contra otros rivales sexuales que, armados con elementos mortales, representaban un peligro a la vida. Una buena razón para que cada hombre se sintiera sexualmente satisfecho con un solo compañero sexual.
De esta forma nacía el primer contrato social que conocemos como monogamia. Si el autor está en lo correcto.
Pero otros postulan lo contrario, al señalar que la civilización y el nacimiento del concepto de “propiedad” instauraron la monogamia como un eje social. En el libro Sex at Dawn del autor Christopher Ryan, éste describe el efecto que la agricultura tuvo sobre la sexualidad humana, ya que la tierra se convirtió en un bien, que tenía dueño y que podía ser traspasada a los herederos de las generaciones venideras. La comida que antes había que cazar, o salir a recolectar, ahora podía ser cultivada, cosechada, almacenada y vendida en un mismo lugar. Para esto se construyeron paredes, rejas y sistemas de irrigación, es decir, “ejércitos personales” para defender el bien material que servía como herramienta para la alimentación y el crecimiento material que permitió la evolución del hombre. Debido a la creación de la propiedad privada, por primera vez en la historia de nuestra especie, la paternidad se había convertido en una de las prioridades del ser humano.
En cualquier caso, pareciera que los humanos no estamos biológica o psicológicamente programados para compartir con un solo compañero sexual en la vida. Al parecer, tenemos una tendencia psicológica a la promiscuidad, y un impulso bioológico al cual rendirle cuentas. Quizás este es el motivo por el cual tantas parejas invierten una gran cantidad de recursos y tiempo para ir en rescate del ideal de la monogamia, a través de la terapia de pareja o el consumo de libros de autoayuda, pornografía y del viagra. Por supuesto, esto también explicaría la popularidad de las apps de citas como Grindr o Tinder, que cada día son utilizadas por millones de personas en todo el mundo, con una estimación de un tercio de usuarios que están casados o tienen pareja, pero que buscan un alivio rápido y eficaz a sus deseos de “cambiar el menú”.
Puede que estemos ad portas de un nuevo cambio de paradigma en lo que a hábitos sexuales se refiere, ya que varios estudios señalan que la generación Millennial, que comprende a adultos jóvenes y adolescentes nacidos entre 1980 y 1999, están teniendo menos sexo que sus padres y que son el grupo demográfico que más usuarios tiene en este tipo de aplicaciones móviles. Por el momento, el estado social de la monogamia se encuentra en un lugar seguro. Quizás no estamos progamados para ser monógamos, pero la sociedad lo está. ¿Son las apps de citas el final de este contrato social? Probablemente no, pero si serán un constante recordatorio de lo que la monogamia es exactamente, una estructura social de la cual frecuentemente buscamos un escape.